sábado, 29 de mayo de 2010

Ensayo sobre los viejos raboverde

Pensando en el tema de los “viejos rabo-verde” me preguntaba ¿que tan humano es el humano y que tan animal se sigue conservando? Yo supondría que lo ideal sería que conviviéramos en una sociedad sin perjuicios ni prejuicios en donde se respetara la individualidad, donde no hubiera una doble moral, ni necesidad de censura; pero obviamente esto está por demás alejado de la realidad en la que nos encontramos inmersos.
Es innegable que cualquier persona “sana” con sus capacidades intactas, por naturaleza simple y llana, en algún momento se sentirá atraída por el sexo opuesto. Como todo buen animal, el ser humano tiene necesidades que cubrir y busca para ello la forma más sencilla. A diferencia del resto, el ser humano es un animal con la capacidad para razonar gracias a su representación subjetiva de la realidad, aunque este raciocinio no suceda a menudo.
Entonces, con todas las maravillas que posee el ser humano, ¿por qué no las usa? Se dice que “nadie experimenta en cabeza ajena” y yo estoy totalmente en desacuerdo con eso, porque si esto fuera cierto ¿de qué nos serviría la abstracción y previsión del futuro de la que dizque gozamos? Es evidente que quien diga esto pertenece a la gran mayoría que, según algunos teóricos, no utilizan ni el 5% de su capacidad intelectual, siendo que el resto apenas llega a utilizar cerca del 9%.
Dicho lo anterior, considero triste e incluso me da lástima la condición de los “viejos rabo-verde” que no pueden ocultar sus necesidades más bajas y primitivas, de las que nadie con cerebelo, hormonas y en edad reproductiva queda exento, pero hacen caso omiso de las disposiciones sociales en las que se encuentran, y lo de menos es que lo hagan y no lo sepan, lo peor es que muchos de estos “neandertales” del siglo XX expresan sus necesidades tan descaradamente como si quisieran que todos los miembros de la tribu supieran que están en brama; algo por demás repugnante en especial cuando se trata de personas denominadas por la misma sociedad como “figuras” o que ostentan algún grado de poder, en donde efectivamente, es el momento en el que estrenan su cerebro y sus capacidades, pero lo hacen con el fin de satisfacer sus demandas de picapiedra.
Ni modo, yo no pretendo buscar los motivos individuales que subyacen a estas conductas, me basta con no llevarlas a cabo y reírme de la cara de albañil peludo que ostenta algún ejecutivo con traje y corbata, cual perro pavloviano al sonar el timbre.
Otra cosa ideal y que les caería de maravilla a los “rabo-verde”, sería que todos estos individuos disimularan su urgencia por la cópula, y de esta forma, menos personas se sentirían agredidas; por lo tanto más libres de enseñar sus encantos y así podrían gozar de un número más grande y variado de situaciones agradables a sus ojitos libidinosos.
Desde luego hay muchos otros factores que contribuyen a este tema, pero por cuestiones de tiempo, dinero, esfuerzo, tareas, estrés y demás, no abordé en esta cuartilla, pero sin duda alguna valdría la pena mencionarlos en otro momento.

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